El duelo por la muerte de una mascota

El duelo por la muerte de una mascota

Las personas sienten mucho dolor y ansiedad cuando muere su mascota. El duelo es similar al que se vive cuando se pierde un ser querido humano. Es inevitable llorar, preguntar por qué ha sucedido su muerte, o sentir rabia porque ese compañero ya no estará esperándolos al volver a casa.

Necesidad de expresar el dolor

Necesidad de expresar el dolor

Cuando ocurre un deceso, normalmente los dolientes lloran y de esta manera se liberan de la pena. Si algún familiar o amigo no llora se suele pensar que es muy fuerte y enfrenta la situación con mucho coraje.

Recuperar la ilusión

Recuperar la ilusión

Es natural sentirse agobiado con el hecho de volver a la rutina diaria tras la muerte de un ser querido. Muchas personas pueden sentirse incapaces de retomar su relación con la familia, los amigos y compañeros de trabajo. La muerte es un evento sumamente triste, duro de enfrentar, que marca a los dolientes y causa tristeza, sensación de indefensión. Recuperar la ilusión por la vida y todo lo que ella significa es fundamental, pero: ¿cómo lograrlo en medio de tanto dolor?

Apoyo durante la vejez

Apoyo durante la vejez

A medida que ganan años las personas pierden autonomía en sus funciones. Durante la vejez se inicia una etapa de dependencia  de terceros. Normalmente, son los hijos quienes se ocupan de atenderlos. Se trata de una realidad cargada de responsabilidades que pueden generar incomodidad, miedo y tristeza. Para los hijos es difícil aceptar que su familiar anciano no puede comer o asearse por sí mismo. En esta etapa requiere apoyo para movilizarse dentro y fuera de casa. Por su parte, el anciano siente miedo de no tener la capacidad física de antes y le asusta tropezar, caerse, hacerse daño.

Trabajar el duelo desde la huella de vida

Trabajar el duelo desde la huella de vida

Se le conoce también como huella vital y se refiere a la conexión que los dolientes han establecido con el fallecido a lo largo de sus vidas. La relación con el ser querido que ya no está físicamente presente constituye un conjunto de momentos compartidos, conversaciones, tal vez desencuentros, alegría y tristezas. Es normal, así es la vida. Pero cuando esa persona fallece es posible reconocer sus logros, consejos, enseñanzas e, incluso, aquellos aspectos con los que no estamos totalmente de acuerdo a través de la aceptación de lo ocurrido.