Un gran número de personas en el mundo se siente solo. Puede ser porque viven sin otra compañía en su hogar o porque han perdido a un ser querido. En este caso es importante permitirse expresar el dolor que causa la pérdida para entrar en contacto con ese sentimiento de soledad y permitir que otros nos ayuden a sobrellevarla. Una vez más, aceptar es el primer paso para avanzar en el proceso del duelo. Al aceptar lo sucedido y entender que los sentimientos que ello genera son normales, abrimos camino a la compasión por nosotros mismos. Luego, podemos ser compasivos con terceros en una misma situación.

No se trata de sentir lástima por uno mismo, sino de enfrentar el dolor que causa la muerte con esperanza. Los humanos somos capaces de acompañar a otros en su pena y brindarles cariño y comprensión. Entonces: ¿por qué no aplicarlo en nosotros mismos cuando fallece un ser querido?

Existe la posibilidad de analizar la muerte sin obsesionarse con la soledad. Porque en realidad, los dolientes no están solos. A su alrededor hay parientes o amigos que pueden brindarles apoyo emocional en un evento tan triste y significativo. Pero es vital entender esto, aceptarlo y permitir que estas personas los ayuden. Y aquí es primordial analizar la relación con el propio dolor: ¿lo aceptamos?, ¿tratamos de esconderlo o evadirlo?, ¿lo consideramos normal o nos avergonzamos de sentirlo?, ¿pensamos que sentir dolor es ser débil? La respuesta a estas preguntas es clave para procesar el sentimiento de soledad que origina la muerte.

Negar el dolor, pretender que se es tan fuerte como para soportar el duelo sin hablar de lo sucedido porque “así lo impone la sociedad” puede retrasar el proceso de sanación, aislar al afectado y hacer que se sienta totalmente solo y abandonado. Abrirse a la ayuda de amigos y familiares permite compartir el dolor que causa la muerte en lugar de mantenerlo encerrado, pues esto genera ansiedad y anula las capacidades del doliente. Compartir el dolor es dejarse ayudar, permitir que el otro nos escuche y ofrezca su compañía en un momento tan difícil como la muerte.