Casi todo el mundo teme a morir, no quiere morir o que le suceda a sus seres queridos, su mascota. Pero la muerte es inevitable, el cuerpo físico llega a un punto en el que las células comienzan a morir y el funcionamiento de cada órgano se vuelve más lento y se detiene. Es una forma simple de explicar la muerte. El miedo a la muerte puede pasar de un temor saludable que obliga a cuidarse y no exponerse a hechos violentos a un nivel mayor y convertirse en una fobia. Algunas personas comienzan a tener ataques de pánico que les provocan aceleración del ritmo cardiaco, sudoración, sensación de desvanecimiento. El evento puede ocurrir ante situaciones rutinarias como tomar el transporte subterráneo, viajar en avión, ir a una revisión médica, conducir el auto. El miedo a la muerte puede ser aprendido, resultado de un duelo no resuelto, causado por un tabú en la familia o por traumas personales. Se convierte en un problema cuando la persona comienza a evitar salir de casa, ir a reuniones sociales porque algo le puede pasar, a encerrarse cada vez más alejándose de la realidad. Los síntomas más comunes en los casos de Tanatofobia son ansiedad al hablar de la muerte, estar muerto o morir; angustia y necesidad de controlar cualquier dolencia por miedo a que se complique y provoque la muerte; focalización exagerada en el tema de la muerte; náuseas, palpitaciones y otros signos físicos de un ataque de pánico. Cuando una persona presenta fobia a la muerte requiere ayuda profesional. Un psicólogo o un psiquiatra son los especialistas que se ocupan de tratar las fobias en pacientes que están en riesgo. Una atención temprana puede ser eficaz para ayudar al paciente a retomar el contacto con la realidad mediante una exposición gradual al tema de la muerte. Los especialistas pueden recurrir a diversas terapias, entre las que se encuentran las técnicas de relajación que ayudan a combatir la depresión y estados de angustia que esta fobia provoca en los afectados.