Cuando ocurre una muerte en la familia cada miembro expresa su dolor y vive el duelo de una forma particular. Es posible que no se comuniquen entre ellos como antes debido al suceso. Sin embargo, la comunicación es fundamental para recuperar la armonía en el entorno y superar la muerte.

Una recomendación de los terapeutas es simplemente hablar con los familiares y amigos acerca de lo ocurrido. Esto ayuda a liberar las tensiones, recordar los momentos más felices e importantes vividos con el fallecido y acercarse a quienes los rodean.

Es importante no encerrarse en el dolor y el recuerdo de los últimos momentos de la persona que ha muerto. Para algunas personas es más difícil aceptar que un familiar se ha ido. En tal circunstancia, es crucial la intervención de aquellos que son más fuertes y proactivos, pues quizás puedan ayudar a esa persona a salir de su encierro, hablar, llorar, desahogarse y compartir.

Participar en las ceremonias del funeral propias de cada grupo familiar es una forma de honrar la memoria del fallecido y brindar apoyo a quienes lo necesiten. Estar presentes es, en muchas ocasiones, más significativo y reconfortante que cualquier otro gesto.

Otro consejo para recuperar el ritmo normal de vida tras una muerte es compartir breves encuentros sociales con amigos y familiares. Puede tratarse de un paseo a un lugar abierto, con naturaleza, para liberarse del estrés, ponerse al día y saber cómo van las cosas para cada persona.

Una reunión en casa puede tener el mismo efecto. Y, además, permite recordar con amor y afecto al familiar que ha muerto. Es una forma de mantenerse unidos gracias a esas vivencias que, sin duda, fueron y seguirán siendo importantes.

Retomar el ritmo de vida tras una muerte tomará unas semanas o varios meses. Lo importante es saber que es normal y que cada persona alrededor puede esta viviendo la misma situación. Por lo tanto, es muy útil conversar, escuchar a los otros, compartir y reflexionar.