Rechazar la muerte no es algo que hagamos de forma consciente. Es, simplemente, un mecanismo de defensa ante el dolor que un deceso puede generar. Saber que un ser querido nos dejará pronto debido a una enfermedad incurable, o que lamentablemente ha muerto, es difícil de asimilar.

Así, la primera reacción es negar lo que ocurre, porque no podemos creer que eso nos esté ocurriendo. De hecho, es común escuchar la frase: “Esto no me puede estar pasando”.

La tendencia es a pensar que el duelo es algo que ocurre a otros. Sin darnos cuenta, nos aferramos a los padres, los hijos, las mascotas. Incluso, difícilmente pensamos en nuestra propia muerte hasta que algo nos recuerda que la vida tiene un término.

Pensar en la muerte no quiere decir que estemos obsesionados con el tema. Simplemente, se trata de estar conscientes de que en algún momento puede ocurrir y que es algo natural. Interiorizar esta idea ayuda en el proceso de aceptación de un hecho fatal.

La negación, afortunadamente, es una etapa del duelo que suele pasar en pocos meses. A algunas personas les toma solo días aceptar el deceso de un ser querido para entonces continuar con el proceso de duelo y retomar la vida diaria con normalidad.