Durante el proceso de duelo por una muerte, es difícil enfrentar los sentimientos de soledad, miedo, frustración e indefensión. Muchas personas comienzan a cuestionar el hecho. Se preguntan por qué tuvo que ocurrir esto y allí pueden comenzar a culparse a sí mismas o a reprocharle al fallecido por qué las ha dejado solas.

Enfrentar una pérdida es doloroso. Sin embargo, un primer paso para salir de ese estado es aceptar lo ocurrido. A partir de allí se abre un camino hacia la luz y la recuperación a través del duelo.

El perdón tiene un papel fundamental en la recuperación. Muchos se preguntarán: ¿qué hay que perdonar? En primer lugar, perdonarse a sí mismo por toda frase desagradable o gesto inapropiado que haya tenido ante la noticia de la muerte de un ser querido. Sin duda, ha sido una reacción ante el dolor que el evento le ha causado. Entonces, perdonarse por ello es un paso crucial.
En segundo lugar, perdonar a quienes no han podido ayudar a cuidar a la persona antes de morir o que decidieran no hacerlo, pues no es momento para juzgar sus razones.

Tercero, perdonar al fallecido por cualquier acto que los dolientes consideren ofensivo o inapropiado. Mantener en la memoria esos recuerdos impide la evolución del duelo y el perdón es una vía para disiparlos y dejarlos ir.

Cuando una persona muere, los afectados entran en una espiral de sentimientos donde prevalecen el dolor y la tristeza. Esa combinación puede hacer que su visión de la realidad sea perturbada, oscurecida y teñida por un deseo de venganza.

El perdón es crucial en estos casos. Si el familiar que está causando esta situación aún está vivo, lo ideal es conversar de manera amorosa para aclarar todo y liberarse de la carga emocional que eso está generando. Y si la persona ha fallecido, puede realizar un ritual de perdón ante su fotografía, permitiéndose dejar ir todo aquello que causaba perturbación. Una vez que se ha hecho esto la persona involucrada comenzará a sentirse libre de culpa, rabia o deseo de venganza.