La fiesta del Día de los Muertos es el punto de partida de la película Coco, de Pixar Animation Studios & Walt Disney que se estrenó a finales de 2017. En México, las familias rinden tributo a sus muertos cada 1° de noviembre. Decoran un altar con flores y colocan comida, fruta, bebida típica de esta fecha; cantan y bailan con mariachis. Por supuesto, también se llora al recordar a quienes han fallecido, pero ríen más y se alegran porque esa noche del Día de los Muertos los parientes “vienen de visita”.

La creencia mexicana aviva esta tradición en el filme Coco, donde se relatan las vivencias de Miguel, un niño de 12 años que quiere ser músico y ante la negativa de su familia dedicada a la fabricación de calzado roba la guitarra de quien cree que es su bisabuelo en el mausoleo del cementerio precisamente la noche del 1° de noviembre. Toda una aventura de risas y lágrimas se desencadena cuando es transportado a la Tierra de los Muertos para enterarse de que su familiar músico es Héctor, el verdadero padre de Coco. Es entonces cuando “ser familia” cobra la mayor importancia. Héctor está a punto de ser olvidado para siempre, pues su foto no está en el altar del Día de los Muertos. Su cuerpo comienza a desaparecer y así va saliendo de la mente y el corazón de su hija Coco, abuela de Miguel. En ese punto del filme se enfatiza el significado de los lazos familiares durante la vida, pero también en la muerte. Porque el amor, el afecto y los lazos que los unen no desparecen, no mueren cuando alguien fallece. Por otra parte, se interpreta la importancia de recordar a quienes han muerto, preservar sus enseñanzas, honrarlos con alegría y agradecimiento. Lo mejor del film es que es de fácil comprensión para los niños. A pesar de que entienden la muerte de manera más abierta que los adultos, requieren contacto con el tema para que no se convierta en un drama o tabú.

El filme Coco permite analizar el hecho de “ser familia”, de llevar la misma sangre, continuar con las mismas tradiciones y mantener el recuerdo de quienes mueren más allá del dolor que causa la pérdida. Se orienta al homenaje de los fallecidos a través de las costumbres en cada grupo social o en cada cultura, pero con alegría, sabiendo que ya no sufren y que lo que más necesitan es ser recordados. Esto lo podemos hacer al mantener en la memoria los momentos compartidos, las lecciones que transmitieron a sus familiares, los eventos felices que vivieron.