La pérdida de un ser querido es algo que tarde o temprano tendremos que enfrentar. Se trata de una circunstancia dolorosa que puede desencadenar muchos sentimientos como tristeza, dolor, enojo, indefensión, incredulidad, culpa, miedo. Incluso, hay casos en los que los familiares sienten que han perdido el control o el rumbo de sus vidas con la muerte de un familiar. No hay duda de que es un momento por el que la mayoría de las personas no quiere pasar.

En todo caso, la sensación de indefensión es normal. Quien acaba de perder a su padre o madre los echará de menos desde el mismo momento del funeral. Es normal que al volver a casa y encontrarse frente a las pertenencias del fallecido, sus fotografías, se pregunte qué hacer de ahora en adelante, pues no contará con el apoyo y compañía física de ese ser querido. En este punto es importante comenzar a pensar que se trata de una nueva etapa de la vida a la que más temprano que tarde deberá ajustarse, manteniendo en su mente, como un bello tesoro, los más bellos recuerdos del familiar que ha muerto.

Ante la muerte y la cantidad de sentimientos encontrados que este hecho desencadena en los humanos, es importante primero entender qué está sucediendo para luego encontrar formas de desahogarse. No es momento de ser orgulloso sino de buscar el apoyo de los demás. Una mano amiga siempre será bien recibida cuando un ser querido muere. Más aun si el doliente está en pleno proceso de duelo y se siente indefenso, perdido, no sabe qué hacer o cómo retomar su vida diaria, el trabajo, la relación de pareja. Tras la muerte de un familiar la actividad más rutinaria puede ser vista como una enorme montaña para escalar.

Aunque no existe un manual que indique cómo vivir cada etapa del duelo, como la negación, la ira, la aceptación, sí hay diferentes formas de salir adelante, como no encerrarnos en nuestro dolor, aceptar la ayuda de terceros, tomarnos un tiempo para poner nuestras ideas en orden y retomar la vida diaria con confianza y esperanza.