En la actualidad, muchas familias están separadas por mudanza, trabajo, búsqueda de nuevas oportunidades. Cuando alguien que está lejos fallece el duelo puede ser muy difícil. La primera reacción es, comúnmente, la incredulidad. Es decir, no podemos creer que un ser querido ha muerto; el hecho de encontrarnos lejos, físicamente separados, hace difícil aceptar este hecho. Es diferente cuando quien muere ha vivido con la familia, en la misma casa, pues el contacto con su ausencia ayuda en el proceso del duelo. Sin embargo, si el doliente vive fuera de la ciudad o el país donde el familiar ha fallecido, el proceso del duelo puede ser más doloroso y largo. Es decir, cuando la persona que pierde un familiar no tiene contacto con la cotidianidad en común el proceso de aceptación le resulta muy complicado.

Posiblemente piense en el fallecido como si aún estuviera vivo, lo cual es síntoma de la negación.
Cuando la muerte de un familiar que se encuentra lejos ocurre de forma inesperada, al doliente se le hace mucho más difícil asimilar el evento. Comienza en su interior una lucha con la realidad de la muerte y no la puede aceptar. Le tomará más tiempo asimilar lo sucedido que a una persona que, por ejemplo, vivió el proceso del a enfermedad y gravedad de un ser querido hasta el momento de su muerte.

Pero es posible superar una muerte en la distancia. Lo principal es liberar los sentimientos de tristeza y angustia; saber que es normal sentirse de esa manera. Le ayudará a aceptar la muerte del ser querido hablar con sus parientes en el lugar donde ocurrió el deceso. Pueden llamarlos por teléfono, usar las redes sociales, entre otras formas de comunicación, como vía de liberación y para desahogarse.

Lo que no debe hacer la persona que sufre un duelo en la distancia es aislarse, no hablar, no comunicarse con sus familiares. Al contrario, es fundamental hablar, desahogarse, pues de lo contrario podría caer en depresión y enfermar.

El bloqueo de los sentimientos y las emociones es negativo para la salud de quien sufre un duelo, mucho más si el doliente se ha mudado fuera de la ciudad o del país donde se encuentra el resto de la familia.