El dolor ante la pérdida de un ser querido nubla nuestro pensamiento, nuestra memoria. Lo único que podemos recordar es, quizás, el rostro de nuestro familiar en la cama, antes de morir, o su tristeza y lágrimas ante la cercanía de la muerte. Son recuerdos agobiantes asociados con el pensamiento de que hemos sido abandonados, que esa persona que nos pertenecía nos dejó solos. Pero no es así.
Liberarse de la carga negativa que puede desencadenar la muerte implica paciencia, constancia y conciencia. Primero, es importante comprender que quien ha muerto no nos pertenecía, que era nuestro amado familiar y que ahora está libre de sufrimiento.

Esto es importante para dejarlo ir en paz. Con ello viene un segundo aspecto, también importante, que es el recuerdo de los momentos felices compartidos con la persona que ha muerto, sus chistes y situaciones afortunadas. Ese recuerdo desata el agradecimiento y la alegría, dos sentimientos positivos en el proceso del duelo. La gratitud abre las puertas a la aceptación de la pérdida y a la libertad. Un tercer elemento que ayuda a despojarnos del egoísmo por la muerte de un ser querido es el reconocimiento a su sacrificio, a todo lo que hizo para que nosotros estemos bien.

Con ello valoramos y honramos su memoria, enaltecemos su vida y, además, podemos llegar a comprender que su gran legado somos nosotros mismos. La persona que ha muerto trabajó para que no nos faltara nada, para que fuéramos felices y estuviéramos sanos; de manera que tirar por la ventana años de su vida por poco menos de dos horas que haya durado su agonía es inapropiado, injusto y desafortunado.

Ante la muerte de un ser querido es natural sentir dolor, rabia, soledad. Para ayudar en el proceso del duelo es importante concentrarse en los momentos felices vividos con esa persona que ha muerto, en sus enseñanzas para vivir la vida con coraje y ética, en su forma de motivarnos a seguir adelante sin miedo y alimentando grandes sueños para hacerlos realidad un día. Porque quien muere nunca nos abandona, siempre está con nosotros en nuestros corazones y recuerdos, porque su legado somos nosotros mismos.